Por inexplicable que nos pueda parecer hoy, y especialmente a las generaciones más jóvenes, hasta la mitad del siglo pasado las personas con discapacidad eran invisibles en nuestra sociedad. Las familias que tenían una persona con discapacidad entre sus miembros, afrontaban internamente las consecuencias sin ni siquiera salir de casa en muchos casos. De forma más o menos inconsciente existía un rechazo social que generaba en las familias un sentimiento de culpa o vergüenza y una necesidad de ocultar esta realidad.
Imaginemos pues, cómo fueron de importantes las iniciativas que a partir de finales del sesenta y sobre todo en la década de los setenta emprendieron pequeños agrupamientos de familias creando, de forma totalmente altruista y autofinanciada, servicios y centros que permitieran incrementar la calidad de vida de estas personas fomentando su relación con otros y habilitando terapias y ocupaciones que les permitieran estimular su crecimiento, autoestima y autodeterminación al tiempo que dotar el resto de entorno familiar de un respiro y justo retorno del cuidado y convivencia entre la resto de miembros de la familia.
Esto es lo que ocurrió en 1979 cuando un pequeño grupo de familias trabajadoras de la empresa automovilística Seat que en años de plena lucha sindical y política por el retorno de la democracia en nuestro país, supieron incluir también la reivindicación por el derecho de sus hijos con discapacidad a una vida digna y plena como el resto de ciudadanos.
Es en reconocimiento al coraje y humanidad de estas familias fundadoras, pero también en reconocimiento a todas las que se han añadido así como a todos los actores que han hecho posible que de aquella pequeña iniciativa se haya derivado la gran entidad que hoy representa Asproseat grup dando atención a más de ochocientas personas con discapacidad, que de forma continuada y durante el 2019 conmemoramos los 40 años de Asproseat.
Queremos celebrar una trayectoria y sobre todo queremos proyectar el futuro en un momento de grandes dudas e incertidumbres por los entornos de crisis económicas reiteradas que llegan a cuestionar la capacidad de los Estados para mantener los niveles de bienestar social alcanzados en los últimos cincuenta años. Volvemos a necesitar aquellas personas valientes ahora para no perder, no para conseguir. Quisiéramos que esta nueva tarea no requiera ni de tanto tiempo ni de tantas dificultades, pues estamos convencidos de que la historia ya ha demostrado que ganamos en todo: en economía, en bienestar, en felicidad, en justicia social. Ganan las personas con discapacidad, por lo tanto, ganamos todos. No nos podemos permitir ni un paso atrás y nuestros cuarenta años deben ser un estímulo para este fin.
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